Mi nombre es Mari Carmen Martínez, soy docente con más de 20 años de experiencia en el ámbito educativo, dedicándome siempre con pasión y alma a mis alumnos. Empecé mi andadura profesional como educadora infantil, especializada en las edades más tempranas del ser humano, posteriormente fui maestra de educación infantil y de primaria, y aunque me encantaba mi trabajo, necesitaba poder centrarme en ayudar a aquellos alumnos que por diversos motivos no seguían las clases de la forma esperada, es por ello que desde hace algunos años, decidí especializarme en pedagogía terapéutica, una rama de la maestría que pertenece a los Equipos de Orientación de los centros educativos. Esta competencia educativa con posibilidad de centrarme más en las personas que en la materia, me ha llevado a ver la enseñanza desde otro prisma, desde los ojos de mis alumnos.
A lo largo de mi carrera profesional, he tenido la oportunidad de ver de cerca las diferentes formas en las que los niños y niñas aprenden, especialmente aquellos que enfrentan desafíos dentro y fuera del entorno escolar. Esta experiencia me ha llevado a explorar y abrazar nuevas vías para facilitar el aprendizaje, siempre en busca de métodos más comprensivos y efectivos, más centrados en el sentir y en el ser de mis alumnos, en sus emociones, en sus inquietudes e intereses y no tanto en enseñar lo puramente curricular, por ello, decidí seguir formándome. Pero antes de continuar con el porqué seguí formándome, voy a hablar de mi faceta más personal, para que podáis conocerme algo mejor y a la vez entender todos los motivos que me han llevado a estar en el lugar en el que me encuentro ahora.
Como decía, entrando en un terreno más personal, soy una mujer sencilla, luchadora, fiel a mis ideas y valores con los que trato de vivir una vida plena, agradeciendo cada día por mi familia, por todo lo que tengo y por todo lo que soy que me han hecho llegar hasta aquí, hasta este momento en tú estás leyendo estas líneas. Soy madre de tres maravillosos niños, tres personitas que agrandan mi corazón cada día, pero que también me han hecho y me hacen pasar por momentos muy complicados como madre, ya sabemos que la maternidad y la paternidad no viene con libro de instrucciones. Mis pequeños tienen el grandísimo poder de ver y sentir el mundo de una forma muy especial y apasionada, pero completamente diferente a lo que “se considera habitual” y esto complica aún más si cabe, la crianza. Ellos tienen un cerebro que se denomina neurodivergente, y en su caso particular los tres con Altas Capacidades, lo que no quiere decir que por ese motivo saquen todo dieces o que el sistema educativo ordinario sea el más adecuado para ellos, la desmotivación y el hastío nos acompañan muy a menudo, sin contar con que añadido a su condición, también son PAS (personas altamente sensibles), algo que tampoco ayuda en su adaptación al entorno socio educativo, que en ocasiones es bastante hostil. Ser su madre es una bendición, pero también un desafío que me ha hecho replantearme muchas cosas acerca de los diferentes sistemas de enseñanza, pero también de las diferentes formas de adquirir los aprendizajes y, en particular, sobre el funcionamiento del cerebro.
Debido a todo este viaje tanto personal como profesional, quise centrarme más en todo aquello que resonaba más conmigo, con mi forma de entender y conocer primero a las personas y sus circunstancias y después establecer cuál es su forma de aprender y de entender el mundo, para posteriormente valorar qué es lo mejor y más adecuado para ellas, está claro que no todos aprendemos de la misma forma, ni tampoco todos tenemos los mismos intereses e inquietudes. Esto fue lo que me llevó a estudiar un máster en Neuroeducación y Coaching educativo, un estudio que transformó por completo mi paradigma sobre la educación, el cerebro humano y el entorno en el que vivimos.
En este punto, he de decir, que mientras cambiaba mi paradigma profesional, también lo hacía en mi desarrollo personal y comencé a cuidarme física y espiritualmente tomando contacto con el mundo del yoga, en el que llevo más de cinco años inmersa, practicando los asanas, pero también su filosofía de unión, autorrealización e integración. Esta disciplina me ha enseñado la importancia de vivir en el aquí y en el ahora, lo que me llevó a convertirme en profesora de yoga, integrando por completo sus principios de resiliencia y liberación en mi vida y como no, en mi enfoque educativo.
Sin embargo, mi camino de formación no se detuvo ahí, e inspirada por la posible unión entre la filosofía yógica, y la Neuroeducación, no me bastó con ser instructora de yoga, si no que tomé la determinación de ir más allá y de comprobar de manera científica cómo puede afectar el estado de calma y bienestar al cerebro y sobre todo al aprendizaje. Lo más complejo de todo ello es, cómo podemos llegar a encontrar ese equilibrio físico y mental de tal forma que favorezca la absorción de los aprendizajes de manera cómoda y consciente, con trabajo y constancia, pero sin sufrimiento. Entonces me surgió la posibilidad de hacerme experta en Mindfulness, en Psicología Positiva y en Gestión de Emociones, formándome con los mejores psicólogos que combinan estas tres disciplinas. Y por tanto, son estas áreas las que complementan, hasta el momento, mi visión holística de la educación y el desarrollo personal, creando una unión perfecta con la que poder dar luz cuando te encuentras en zonas oscuras por las que no sabes transitar tú solo o sola.
Sencillamente decirte, que no hay necesidad de seguir por un camino oscuro y pedregoso en soledad mientras haya alguien que puede quitar las piedras de tu camino para que no te lastimes y puede iluminar la oscuridad. Si lo deseas, ese alguien puedo ser yo.